Caen y se mezclan gotas de agua y dátiles de la palmera que nos cobija de aquella tormenta que nos vigila noche tras noche.
Tus dedos se deslizan por ese tronco viejo y áspero que nos sirve de apoyo, buscando contacto con mi ávida lujuria hasta agarrar suavemente mi cintura y posar en ella tus huellas produciendo inagotables descargas.
Inquietantes miradas las nuestras,cuando observamos nuestro alrededor,nuestro brazo en el hombro del otro,nuestros labios saciandose.
Mi cuerpo hace de espejo del alma de tu ser,triste alma rota.No soy digna de merecer una palabra más de tu endemoniado corazón.Y mientras tus cuchillas devanean mi alegria voy recogiendo sonrisas del suelo,de aquella tierra donde las sembré una vez.
Maldita magia que nos mantiene confinados en un absurdo duelo que no concluye.
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