Entre las ramas de aquellos árboles
voy derramandome hasta meterme en las profundidades.
Agarro fuerte a aquellas ramas de hojas marchitas pero mis dedos resbalan y
vuelvo a caer al mismo sitio humedo y frio.
Mis ojos no son capaces de derramar lágrimas,
por esa tristeza y angustia que tengo acumulada en el pecho.
Y con miedo voy levantando los pies en cada agujero que hallo al paso.
Son como trampas que te hacen reflexionar y decidir sobre el camino escogido.
Si la pisas y metes el pie en la errónea
puedes arrepentirte toda una vida.
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